jueves, 19 de diciembre de 2019

The Last of Us

El balanceo de la bolsa de rafia provocaba el rítmico tintineo de las botellas que se encontraban en su interior; al entrar en la bodega te recibía esa mezcla de perfumes inconfundibles: el olor agrio del vinagre, el aroma peculiar y profundo de los aguardientes, los compuestos aromáticos amaderados y especiados de las viejas barricas.

La dependienta, aunque siempre ajetreada en sus quehaceres, te saludaba con una amplia y radiante sonrisa. “¿Qué quieres, pequeño mozalbete?”  “Un cuartillo de vino blanco para guisar, Doña Amelia”
Entonces comenzaba el ritual: el líquido de color pajizo se vertía en la ajada escudilla… WTF negro ¿pero qué cojones le pasa a este puto portátil?  Seguro que antes era de uno de esos gafas que tienen la ESO, es lo malo de tener que comprar la tecnología en el Cash Converters de “la calle”.

Bueno a lo que íbamos, ser un niño en el Garrido de los 80 molaba; ibas a hacer la compra y para aprovechar el viaje podías coger un cartón de ducados y 2 botellas de anis, sin riesgo a que tus padres perdieran tu custodia. Si tenías 12 años, también podías echarte unos trujas (los comprabas sueltos en los quioscos) y beberte un litro de cerveza sin que a nadie le diese un síncope. Suficiente tenía la gente con sus mierdas, como para encima meterse en las de los demás.
Niño fumando, escena habitual en el Garrido de los 80

En aquellos años había una gran cantidad de bodegas, desde aquellas que sólo vendían a granel vinos y otros licores (calle Vasco de Gama, Cortes de Cádiz…) a las que eran bar bodeguita (Calle Arroyo de Lastra, Chinchibarra); estas últimas se convertían para muchos en el bautismo de fuego de su carrera como alcohólicos, especialmente por lo económicas que eran: un vaso pequeño de cerveza o vino 25 pesetas, la jarrita 50 pesetas, etc.



Jarritas de a 50 pelas la cerveza





A lo largo de los 90 fueron cerrando la mayor parte de ellas: la jubilación de sus dueños, el refinamiento de las costumbres de barrio (en los 80 ni había Ruedas, Verdejos o Riojas... existía el "ponga un chato de vino" y lo más chic era pedirse una botella de ¿cava? Dubois la tarde Nochebuena)
Bodeguilla de Calle Arroyo de la Lastra, esta cerró sus puertas el verano pasado.


La última que sobrevivía era la de la calle Vasco de Gama, que tras 70 años de historia, y por la especulación inmobiliaria, cerrará sus puertas el 31 de diciembre.


Puta bida

Curiosamente, en esta época de tanta preocupación (aparente) por el medio ambiente, desaparece la última bodega donde puedes comprar vino a granel llevando tu propia botella.

Bueno, y que ya nos hemos puesto felices fiestas y un gran 2020, amenizado todo por los Chichos y el Jero, que estamos en Garrido.

Ese Jero

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